04 Nov
04Nov

Voy a tapar a Buffy con la manta gruesa. Está tirada en el sillón de siempre, acurrucada, tratando de preservar el calor debajo de su peluda piel. 

¡Que fría se ha puesto la tarde! Tendré que encender la estufa, pero me da pereza salir hasta el patio a buscar los leños que le servirán de alimento. Creo que voy a abrigarme mejor. Un pulóver más pesado y las medias marrones de lana que me tejió la mami serán suficientes para aplacar la rigidez que causa en todo mi cuerpo este temblor incipiente. 

Ahora me siento un poco mejor. Fue una buena elección la del suéter, al que le agregué una manta que cae desde mis hombros hasta el piso. Todo ello, sumado a un  café espeso y caliente han contribuido a que mi cuerpo consiga una tenue sensación de placer que va más allá de mis pensamientos. 

Ha comenzado a lloviznar, y recuerdo cuando me decías “Panza de burra nieve segura...” No quito la vista hacia el afuera porque se que en algún momento algún copo asomará y como siempre, me quedaré extasiado mirando el valle pintarse de blanco. 

Y  no dejo de pensarte, porque no quiero, porque no puedo, porque sé que no hay nada que nos separe. ¡Qué hilo tan finito marca la distancia entre la vida y muerte, pero qué abismo tan grande queda para los que no lo cruzamos! Me negué a pensarte de manera diferente durante mucho tiempo. Me enojé con esa nueva condición que tomaste y sin querer, impedí que estuvieses a mi lado de una manera distinta. Tal vez, fue mi tonta creencia de pensar que lo que se muere se muere, se termina, que no existe otra cosa. Pero hoy necesito creer que ese frágil cuerpo que te sostenía era solo eso, un frágil cuerpo, algo así como un frasco que contiene agua, pero que en un momento se rompe y el frasco deja de ser frasco, pero el agua no pierde su esencia: caiga donde caiga sigue con sus propiedades limpiando, regando o alimentando a otro cauce más profundo. Y hoy te siento así, en todo tu magnánimo ser. Arrebujándonos con infinito amor a estos dos seres que quedamos vacíos de tu presencia corporal, pero plenos de esta rara existencia que nos hace sentir un poco menos solos, con menos miedos y con la firme convicción de un reencuentro en un tiempo que ya no importa. 

¡Ya me parecía que tus pasadas predicciones iban a convertirse en realidad, como siempre! Ha comenzado a nevar, y un gran silencio cubre toda la tarde. Me acerco a Baffy, y así abrazadito a ella, miro por la ventana, maravillado como cada vez que esto sucede…

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